La expresión “desnudarse IA” se ha disparado en búsquedas y chats con apps que prometen quitar la ropa a cualquier foto en segundos. Detrás del juego hay riesgos reales: pérdida de control de la imagen, extorsión y daños legales. Te explicamos cómo funcionan, qué dice la ley en España y cómo protegerte.
La expresión “desnudarse IA” se ha colado en las búsquedas y en los chats de España de la mano de aplicaciones que prometen “quitar la ropa” a cualquier imagen en segundos. Lo que muchas veces se presenta como un juego inocente encierra riesgos de privacidad, extorsión y daño reputacional que conviene entender antes de subir una sola fotografía.
El fenómeno ha pasado en poco tiempo de foros marginales a apps y bots de mensajería con miles de descargas. Con una sola foto —propia o ajena— se pueden generar deepfakes verosímiles que, al circular, dejan a la persona retratada sin control sobre su imagen. No hablamos de magia ni de precisión quirúrgica, sino de montajes plausibles que, compartidos fuera de contexto, pueden herir, humillar o utilizarse para chantajear. Este reportaje repasa cómo funcionan estas herramientas, qué riesgos asumen los usuarios, qué encaje legal tienen en España y, sobre todo, qué hacer si tu imagen se ha visto comprometida.
Estas aplicaciones se apoyan en modelos generativos —habitualmente, variantes de difusión— entrenados con grandes bancos de imágenes. A partir de rasgos del rostro, contorno corporal y prendas visibles, el algoritmo inventa piel y anatomía que no existen y la superpone sobre la fotografía original. El resultado es un deepfake: una ficción visual que puede parecer auténtica a primera vista, aunque no coincida con el cuerpo real de la persona.
El proceso suele ser instantáneo: subes o envías una imagen, aceptas permisos y recibes la “versión” sin ropa. Algunas apps operan como bots en mensajería con créditos de pago; otras se publicitan como entretenimiento. En ambos casos, conviene desconfiar de políticas de privacidad vagas, almacenamiento indefinido de archivos o cesión de datos a terceros. Una vez sale de tu dispositivo, pierdes control sobre copias y reusos.
El primer riesgo es la difusión: aunque el montaje nazca en un ámbito privado, puede viajar a grupos, foros y redes. El segundo, la sextorsión: mensajes que amenazan con enviar imágenes a familiares o a la empresa si no se paga. Tercero, la suplantación: uso de esos deepfakes para crear perfiles falsos o vincularlos a anuncios y estafas. Y cuarto, el daño emocional y reputacional, que impacta incluso si el resultado es manifiestamente falso.
Además, el llamado “consentimiento” en estas apps rara vez es informado: muchas obtienen permisos amplios sobre tus fotos y tu rostro, que puede acabar en nuevos entrenamientos o bases de datos. A todo esto se suma el riesgo para menores; cualquier generación o difusión con adolescentes de por medio eleva los daños y puede tener consecuencias penales severas.
La imagen de una persona es un dato personal y un derecho de la personalidad. Su uso exige una base jurídica válida y, cuando se trata de contenidos íntimos o sexualizados, el listón es especialmente alto. La creación y difusión de montajes íntimos sin permiso puede colisionar con la intimidad, el honor y la propia imagen, y derivar en procedimientos penales y civiles. Si hay menores, la protección es aún más estricta.
A efectos prácticos, que el montaje sea “falso” no blinda a quien lo comparte: el perjuicio (humillación, estigmatización, daño a la reputación) existe, y hay vías para reclamar retirada rápida, medidas cautelares e indemnización por daños. En caso de chantaje o coacciones, es clave conservar pruebas y denunciar.
1) Reúne pruebas: captura de pantalla con fecha y hora, URL, usuario que difunde, mensajes recibidos. 2) Solicita retirada en la plataforma donde esté alojado (formularios de “intimidad”, “suplantación” o “contenido sintético” suelen agilizar la gestión). 3) Denuncia en Policía Nacional o Guardia Civil aportando el material recopilado. 4) Pide el borrado de tus datos (derecho de supresión) al servicio que procesó la foto. 5) Si hay extorsión: no pagues; guarda todo y acude a las autoridades.
Para prevenir, evita subir imágenes identificables a servicios sin garantías, usa correos “de un solo uso” y limita permisos de cámara/galería. En entornos educativos, es importante hablar de consentimiento y deepfakes, ofrecer apoyo sin culpabilizar y activar protocolos de protección cuando sea necesario.