
Matilde Coral, Paco de Lucía, Antonio Mairena o Terremoto de Jerez compartieron una exigencia común durante décadas: no podían pisar un escenario sin un carné que les identificaba como trabajadores del 'Grupo de Circo, variedades y folklore'. Jamás como artistas flamencos. Esa clasificación administrativa, impuesta por el Sindicato Vertical de la dictadura, relegaba el arte jondo a una categoría menor, entre malabaristas y espectáculos de feria.
El Archivo Histórico Provincial de Sevilla (AHPS), dependiente de la Consejería de Cultura y Deporte, recupera ahora esos documentos burocráticos en la exposición 'Cante, toque y baile: los profesionales del flamenco en el Archivo', organizada para conmemorar el 15º aniversario de la declaración del flamenco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La muestra desvela un pasado donde los intérpretes debían someterse a exámenes oficiales y renovar permisos para ganarse la vida.
Desde 1942 hasta 1977, año en que se aprobó la libertad sindical en España, el Sindicato Nacional del Espectáculo controló quién podía ejercer como artista. Los aspirantes debían superar los 16 años y enfrentarse a un tribunal en la capital de provincia, integrado por figuras del género pero con el visto bueno final de la autoridad competente. Cantaores como Pepe Pinto o guitarristas como Melchor de Marchena formaron parte de esos jurados que evaluaban la aptitud de los candidatos.
La afiliación obligatoria al sindicato condicionaba el acceso a teatros, tablaos y festivales. Sin el documento acreditativo, cualquier actuación quedaba vetada. Los carnés expuestos en el archivo sevillano muestran fotografías en blanco y negro, sellos oficiales y la mención expresa a ese epígrafe genérico que equiparaba el flamenco con el folklore regional o las variedades de cabaret.
Entre los documentos recuperados figuran los carnés de Antonio Mairena y Antonio Fernández Díaz 'Fosforito', fallecido recientemente, dos de las cinco Llaves de Oro del Cante reconocidas por la crítica especializada. Junto a ellos, la institución exhibe los permisos de Terremoto de Jerez, Perrate de Utrera, Joselero de Morón, Niño Gloria y Manuel Moreno 'El Pele', cantaor cordobés que continúa en activo como referente del género.
La selección incluye también nombres menos conocidos por el gran público pero fundamentales en la historia del cante: Pepa de Utrera, Perro de Paterna, Romerito de Jerez, Manuel Centeno, Curro Vélez, Cojo Peroche, Manolo Domínguez, Manolo Limón y Paco Mazaco. Sus expedientes conservan fichas profesionales, solicitudes de ingreso, renovaciones y hasta contratos firmados bajo la supervisión administrativa del régimen.
Los guitarristas tampoco escaparon al control burocrático. El carné de Paco de Lucía, expedido con su nombre real, Francisco Sánchez Gómez, certifica que uno de los músicos más universales del flamenco necesitó el beneplácito del sindicato para desarrollar su carrera. La muestra recoge igualmente los documentos de figuras destacadas de la escuela jerezana, como Manuel Morao y Niño Jero, además de Juan Montoya y Diego de Morón, fallecido este año.
En el apartado del baile, la exposición destaca el carné de Antonio Montoya Flores 'Farruco', coreógrafo que definió el estilo de su generación, y el de Matilde Corrales, nombre real de Matilde Coral, gran dama del baile sevillano cuyo documento se expidió en octubre de 1969. También aparece Antonia Rodríguez Moreno 'La Negra', bailaora y cantaora que transitó con personalidad entre ambas disciplinas y que fue madre de Lole Montoya, la mitad del dúo Lole y Manuel que marcó los años setenta del flamenco con propuestas innovadoras junto a Manuel Molina.
El Archivo Histórico Provincial de Sevilla conserva estos documentos en cumplimiento del artículo 68.1 del Estatuto de Autonomía, que otorga a la comunidad autónoma la competencia exclusiva sobre el conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco como elemento singular del patrimonio cultural andaluz. Los carnés pertenecen al Fondo de la Administración Institucional de Servicios Socioprofesionales, órgano que heredó los archivos de los Sindicatos Verticales durante la Transición.
A ese fondo se suma el de la Delegación Provincial del Ministerio de Información y Turismo, con expedientes de autorización y supervisión de actividades culturales. Cualquier concierto o recital flamenco requería permiso previo del delegado provincial. Los documentos incluyen descripciones detalladas del contenido de cada espectáculo y, en ocasiones, transcripciones literales de las letras que se interpretarían. Si algún tema figuraba en las listas de censura, se abría un procedimiento sancionador que podía derivar en multas o prohibiciones.
Los fondos correspondientes al Registro de la Propiedad Intelectual de Sevilla completan la muestra con copias de letras y partituras de composiciones flamencas con autoría registrada. Desde la Ley de la Propiedad Intelectual de 1879, resultaba obligatorio entregar ejemplares firmados para su inscripción oficial, una práctica que permite rastrear la evolución de estilos y la influencia de autores concretos en el desarrollo del género.
La exposición permanece abierta al público en la sede del Archivo Histórico Provincial de Sevilla y constituye un ejercicio de memoria histórica sobre un arte que tardó décadas en lograr el reconocimiento institucional y social que hoy ostenta. Los carnés, fotografías y documentos administrativos trazan el camino desde la marginación burocrática hasta la distinción de la Unesco en 2010, que situó al flamenco en el mapa del patrimonio inmaterial de la humanidad.
La institución sevillana subraya con esta iniciativa el contraste entre aquel pasado reciente, donde los intérpretes debían acreditar su condición de artistas ante tribunales oficiales, y el presente, en el que el flamenco representa uno de los símbolos culturales más reconocidos de Andalucía y España. Los documentos expuestos no solo certifican carreras individuales, sino que dibujan el retrato colectivo de una generación que mantuvo vivo el género pese a las restricciones administrativas y la falta de prestigio oficial.