Los medios de comunicación de nuevo fracasan en su ética

La Señora Mercedes (Mercedes Jiménez- Carles González-Barba)
Profesora y psicóloga, con profundo compromiso humano.

Les escribo no solo como profesional, sino desde un profundo compromiso humano. Soy profesora y psicóloga, y llevo años acompañando a niños, niñas y adolescentes cuyos silencios, miedos y heridas emocionales, familias que atraviesan situaciones de vulnerabilidad me han enseñado muchísimos. Precisamente por eso no puedo permanecer callada ante la manera en que una vez más, los medios de comunicación han decidido informar sobre un caso de muerte por suicidio. Por esa me siento en la obligación moral de dirigirme a ustedes tras la publicación reciente de una noticia relacionada con un caso de muerte por suicidio, cuyo tratamiento informativo no se ajusta a los códigos deontológicos ni a las recomendaciones internacionales sobre prevención.

Lo que más me duele, conmueve y preocupa, es que esta no es la primera vez, no es un hecho aislado, esto es lo alarmante de esta situación. Hace un mes, los medios de comunicación difundieron la noticia del caso de una menor de una manera que fue muy lamentable en términos que tristemente, fueron ampliamente criticados por su carácter inapropiado, sensacionalista y por vulnerar principios fundamentales de protección de la infancia y prevención del suicidio. Sería muy perjudicial si expresara datos innecesarios y se generó un clima de espectacularización que nada tiene que ver con el rigor periodístico. Esa cobertura, entonces ya muy cuestionada, dejó una herida profunda en muchos profesionales que trabajamos diariamente con menores vulnerables.

Cuando difundieron el caso de esta menor, la cobertura mediática ignoró la sensibilidad de la audiencia joven y se trató un hecho devastador con una ligereza que todavía hoy resuena entre quienes trabajamos con menores vulnerables. En aquel momento, muchos profesionales sentimos que se había cruzado un límite que jamás debería haberse tocado.

Hoy, veo que patrones semejantes se repiten y me provoca una enorme preocupación y rabia, porque sé -o sé por experiencia directa- que cada palabra publicada puede aliviar o puede dañar, puede proteger o puede poner en riesgo. Los niños y adolescentes que atraviesan momentos de sufrimiento no son titulares, ni datos, ni estadísticas; son vidas en formación, profundamente sensibles a lo que leen, ven y escuchan (modelos). Porque detrás de cada titular imprudente hay vidas que pueden quebrarse; detrás de cada descripción innecesaria hay niños que pueden interpretarla de formas peligrosas; detrás de cada enfoque sensacionalista hay familias destrozadas tratando de entender un dolor que jamás debería explotarse mediáticamente.

Les vuelvo a recordar que organismos internacionales como la OMS advierten que la cobertura mediática inadecuada puede incrementar el riesgo de imitación y gravar el malestar emocional en personas vulnerables. Por ello, las guías éticas insisten en evitar detalles innecesarios, dramatizaciones, explicaciones del método o enfoques sensacionalistas, y recomiendan incluir información de apoyo y líneas de ayuda.

No se trata solo de cumplir una norma; se trata de proteger vidas. Cuando un medio comunica con responsabilidad, contribuye a la prevención; cuando comunica sin sensibilidad, puede provocar un daño mayor del que imagina. Hablo de rostros concretos, de adolescentes que llegan a clase con la mirada perdida, de pequeños que preguntan cosas que ningún niño debería preguntarse, de madres y padres temblando al ver noticias que temen que sus hijos lean. Hablo de experiencias reales, de sufrimientos que ustedes quizás no ven, pero que existen y se agravan cuando la información se maneja sin sensibilidad.

Como docente y psicóloga, como alguien que escucha el llanto callado de muchos menores y el miedo silencioso de muchas familias, les ruego consideren con seriedad la repercusión de sus publicaciones. No les hablo desde la crítica, sino desde la urgencia de quien conoce el sufrimiento que se esconde detrás de estos hechos y que, precisamente por eso, no puede permanecer en silencio. El periodismo tiene un poder enorme para contribuir a la prevención y a la protección de la comunidad. Por ello, les solicito reconsideren las prácticas actuales y asumir un compromiso claro con la ética profesional y la responsabilidad social. La forma de informar puede proteger vidas; es una obligación moral y deontológica tomarlo en serio.

Les pido que revisen sus protocolos, que refuercen la formación ética de su equipo y que asuman un compromiso claro con la protección de la infancia y la salud mental. La sociedad necesita medios responsables; los niños y adolescentes necesitan sentirse a salvo también en la forma en que se habla de ellos. La sociedad necesita medios que estén a la altura de la dignidad que exige informar sobre el sufrimiento humano.

Confío sinceramente en que estas palabras sirvan para impulsar una reflexión profunda y un cambio necesario.