
El tranvibús (TB1) ha llegado a Sevilla no solo como una línea de alta capacidad para unir Sevilla Este con el centro, sino como un catalizador de cambios que ya están dejando huella en el mapa urbano. Las primeras obras, los desvíos de líneas de Tussam y las alteraciones en el tráfico no han pasado desapercibidas para vecinos, conductores ni comerciantes. La ciudad está experimentando en tiempo real una reorganización profunda de su movilidad.
Inaugurado el 29 de septiembre, el TB1 conectará Torreblanca y Sevilla Este con el casco antiguo a través de vehículos eléctricos articulados con plataforma de acceso rápido. En sus primeros días de servicio, aprovechando la gratuidad inicial, el tranvibús superó los 35.000 usuarios, con una media diaria cercana a los 6.000 viajeros. Su frecuencia de paso en horas punta se sitúa en torno a los diez minutos.
Uno de los efectos más visibles del tranvibús ha sido la reorganización de las rutas de Tussam. Las líneas 27 y 32, que durante años conectaban Sevilla Este con la céntrica Plaza del Duque, han visto desplazada su cabecera a la Plaza Ponce de León. Usuarios habituales relatan que el cambio ha generado confusión, especialmente por la escasa señalización y los recorridos alternativos no bien explicados.
Pero los cambios no acaban ahí. El Ayuntamiento estudia que el TB1 sea, una vez completada la segunda fase de las obras en 2026, la única línea directa que llegue al Duque desde el este de la ciudad. Las líneas 13 y 14 podrían quedar desplazadas a la Alameda de Hércules, mientras que otras, como la 21 o la B3, modificarán definitivamente su trazado.
La extensión de las obras hacia el casco histórico ha provocado cortes de tráfico en vías clave como La Campana, Martín Villa, Orfila e Imagen. Comerciantes del entorno han denunciado que los trabajos coinciden con otras actuaciones municipales, generando un clima de “saturación” que afecta al tránsito peatonal, la distribución de mercancías y la imagen de la ciudad para el turismo.
Un reportaje de El País señalaba recientemente que Sevilla sufre una “tormenta perfecta de obras”, con intervenciones simultáneas en el metro, el tranvía, peatonalizaciones y reformas urbanas sin una coordinación clara. Para algunos expertos en urbanismo, el modelo peca de “improvisación”, aunque reconocen que el tranvibús representa una apuesta firme por el transporte público y la reducción de emisiones.
El Ayuntamiento defiende el proyecto como una “revolución silenciosa” en movilidad. A medio plazo, aseguran, el tranvibús descongestionará el centro, reducirá el uso del vehículo privado y reordenará el sistema de transporte público. La inversión en vehículos eléctricos, la preferencia semafórica y la plataforma reservada son elementos que lo aproximan al modelo BRT (Bus Rapid Transit), ya implantado con éxito en ciudades como Nantes o Bogotá.
Sin embargo, la aceptación social aún está en construcción. Muchos usuarios de Tussam ven con recelo que líneas históricas pierdan protagonismo o recorridos centrales. “Llevamos toda la vida bajando en el Duque, y ahora hay que andar el doble”, comentaba una usuaria en Ponce de León. Desde asociaciones vecinales se pide más información y que se escuche a los barrios antes de hacer cambios definitivos.
Lo cierto es que Sevilla está escribiendo estos meses un nuevo capítulo de su movilidad. El tranvibús no es solo un proyecto técnico; es también una declaración política, urbana y simbólica. ¿Será capaz de cumplir las expectativas? ¿O quedará como una buena idea mal ejecutada? El tiempo —y el pulso ciudadano— lo dirán.